martes, 23 de abril de 2013

No sólo con escraches

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Jorge Alcázar
 Miembro del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico Somos Mayoría
Tachar de nazismo cualquier acto que miembros de la PAH o de cualquier otro colectivo han llevado hasta ahora no puede ser otra cosa que eso, nazismo.

Es curioso cómo los señores y señoras del Partido Popular, sus representantes en el gobierno, sus adláteres, pagadores y voceros públicos hacen suya la máxima goebbeliana que dice que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. No ya sólo la falta de talante o cintura de los mentados es puesta en cuestión por las declaraciones y manifestaciones públicas que de forma reiterada, organizada y sistemática éstos hacen. De fondo, una razón más profunda, oscura y sutil subyace. Razón que va en consonancia con sus formas de hacer política y de entender la forma de gobierno que un conjunto de personas debe asumir para ser gobernable: la insumisión, el aborregamiento y la imposición como dogma.


Un partido político que gobierna a golpe de decreto ley cada viernes negro, desoyendo cualquier forma de diálogo o entendimiento; un partido político que ha contribuido de forma inestimable a sumir en la miseria (y digo bien, pues el umbral de la pobreza ya ha sido superado con creces por uno de cada cinco españoles, según los datos del INE en el año 2012) a millones de niños y niñas, ancianos y trabajadores de este país, con su aberrante y paranoica política de recortes, que ha incumplido una por una y de forma sistemática todas las propuestas que contemplaba un programa electoral virtual que, a fuerza de ser invisible, se ha convertido en un conejito en la chistera para embaucar el voto de millones de ciudadanos; un partido que, ante casos de corrupción múltiples, escandalosos, berlangianos y demás epítetos que se quieran utilizar, se cierra en banda y alude a una retórica huera, ajena a la realidad y que contribuye al descrédito no ya sólo de una clase política o política en su ejercicio, ya de por sí deteriorada, si no a la misma palabra como elemento del lenguaje, en su sentido estricto. Un partido cuyos cargos, los mismos que hablan de nazismo, cobran, recobran y hacen de este acto un ejercicio pluscuamperfecto en sus formas A o B, de manera limpia u oscura, por aquí o por allá y con total desparpajo e impunidad, cuando casi tres millones de españoles (4 de cada 10 desempleados no ingresa absolutamente nada de forma legal, y claro, luego dirán que somos corruptos y desleales) poseen un “salario mínimo” de 0 euros, eso mismo que en Álgebra se considera un concepto, una abstracción, pero que a fin de, mediados de y finales de mes (sucediéndose esto en una serie interminable, y si no que se lo digan a los ciudadanos de clase B que cada dos por tres han de acudir a la beneficencia, cada vez más de moda, y a la “caridad cristiana”, expresión que tanto gusta a sus señorías, para servirse de las migajas que se les deja, cuando no a vaciar los cubos de basura que supermercados protegidos por las fuerzas de seguridad del estado dejan en la calle, hecho este cada vez más frecuente y oculto por los medios de comunicación de masas) se convierte en un hecho irrefutable que yunta en estómago produciendo un sonido sordo y estridente, tanto como los patrimonios, lujos y declaraciones de sus señorías. Un partido que, interesado en defender conceptos tan vacíos y etéreos como el de España, se hace cargo de los designios de la patria para salvarla, dejando de lado el hecho real e innegable, que encarnan los millones de personas que pueblan la piel de toro, para venderla y de paso vender a los que realmente hacen España, de forma encubierta y ladina, a los mejores postores mercantiles, y que se somete a lo que una señora, un mercado, unos pagadores, unos usureros, unos miembros de la raza humana deshumanizados y que pertenecen a una esfera distinta a la del común de la población de este planeta, imponen con enajenación y maldad, para servirse a sí mismos y engordar sus podridos patrimonios. Un partido que, de la mano de una Iglesia que sí, efectivamente, ha estado implicada junto con los nazis, omitiendo y encubriendo lo que en los campos de infausto recuerdo ocurrió, y que ayudó a golpistas llamados Pinochet, Franco, Mussolini o Trujillo a derrocar a gobiernos elegidos democráticamente, pretenden dar lecciones de moralidad. Y se puede seguir haciendo un monográfico de la cuestión, pues la lista de actos fascistas es interminable, y seguro que por el camino se han quedado algunos, como la utilización de las fuerzas de seguridad del estado como herramienta de represión en las distintas movilizaciones acaecidas en estos dos últimos años o la instrumentalización y manipulación del sistema judicial y mediático.

El espacio es escaso y el tiempo mínimo, por ello y desde estas líneas, quiero mostrar mi más sincero apoyo a los miembros que han tomado parte en algún tipo de escrache o acción reivindicativa, animar a todos y todas los que aún no lo han hecho a que desarrollemos medidas de esta naturaleza, con este o distinto calado y que nos hagan portavoces de reivindicaciones y sed de justicia. No sólo con escraches. A nuestra disposición existen cientos de formas de rebelión pacífica, como se denomina, y que hoy, en nuestras manos, han de ser herramientas de cambio y transformación. El filósofo estadounidense Gene Sharp, en su libro "The politics of nonviolent action”, propone 198 formas de acción no violenta. Ciento noventa y ocho formas de rebelión, reivindicación y lucha que han de ponerse en movimiento y que deben hacernos seguir el camino que los compañeros y compañeras de la PAH nos han trazado, pues podemos decir sin animo a equivocarnos, que este movimiento se ha convertido en la punta de lanza contra esta forma de explotación y opresión que hoy nos sacude y destruye como individuos y sociedad. Va por ellos pues.



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